Iglesia de San Francisco         

La Hermandad de la Borriquita se encuentra erigida canónicamente desde su fundación en la iglesia de San Francisco de Moguer. En 1482 la comunidad franciscana masculina, que desde 1337 habitaba el cenobio del Corpus Christi, se traslada al nuevo recinto religioso fundado por Pedro Portocarrero, Señor de Moguer, el cual eligió como Titular para su iglesia a la Virgen de la Esperanza. La importancia del convento franciscano de Moguer llegó a ser considerable, y su presencia en la vida religiosa y social de los habitantes de Moguer muy relevante. Prueba de ello son las numerosas mandas testamentarias, donaciones, construcción de capillas y enterramientos privados dentro de la iglesia del convento, etc.

Hasta 1570 no acabó de edificarse la iglesia, si bien otras partes del convento fueron finalizadas bastante más tarde. Dignos de destacar son la portada a los pies de la iglesia y su bella espadaña, obras atribuidas a Hernán Ruiz, así como el claustro, cuyos arcos, en dos cuerpos, dan lugar a un elegante juego de vanos y arcos. En 1755 los efectos del terrible terremoto de Lisboa dejan verse también en el recinto, debiéndose llevar a cabo numerosos arreglos en la práctica totalidad del cenobio. La hospedería del convento de La Rábida pasará desde entonces al monasterio masculino de Moguer. Otro hecho curioso fue la utilización del convento, por parte de las tropas napoleónicas, como cuartel general a inicios del siglo XIX.

Numerosas advocaciones que siguen presentes en la religiosidad popular del Moguer actual nacieron en este cenobio en siglos precedentes: la Virgen de la Esperanza, titular del templo, la Virgen del Rosario, cuyo altar fue realizado en 1573 gracias a las donaciones de Juan Gallego de Alfaro, la Virgen de la Soledad, que poseía capilla propia dentro del recinto conventual (c. 1585), etc; y otras que, teniendo su origen en otros templos, también tuvieron su sede aquí, como el Cristo de la Vera Cruz (hacia 1573).

Tras varios siglos de intensa actividad pastoral, misionera (en América, a través de numerosos miembros como fray Antonio de Olivares, fundador de San Antonio de Texas) y cultural, el convento fue arrebatado a la orden en 1836 durante la Desamortización de Mendizábal. Posteriormente, la iglesia siguió abierta al público, mientras que el resto de edificios pasaron a tener usos profanos. En 1936 sufre el ataque del bando izquierdista, perdiéndose de esta manera buena parte de sus obras de arte. En 1952 se funda en la iglesia de San Francisco la Hermandad de la Borriquita, y en 1992 se logra recuperar parte de su esplendor pasado gracias a las obras de restauración llevadas a cabo en ella.

El Edificio


En la actualidad, sólo ha llegado hasta nosotros el conjunto formado por la iglesia, el claustro y la sacristía.

La iglesia fue concluida en torno a 1570. Se trata de un templo con planta de cajón cuya pronunciada longitud y altura le proporcionan una gran esbeltez. A los pies del santuario se levanta el coro, muy profundo, y el testero, plano, queda tapado por un gran retablo de 15 metros de altura. El falso crucero queda cubierto por una cúpula ovalada, mientras que el resto de la única nave de la iglesia se cubre con bóveda de cañón con lunetos.En cuanto al exterior, lo que más llama la atención es la marcada sobriedad que la conjunción de los volúmenes prismáticos de las diversas partes del edificio otorgan a la edificación. La espadaña rompe, con su bella factura, la monotonía externa del convento.

El claustro destaca entre las partes más bellas del edificio. En la planta baja, las columnas, elevadas sobre podios, sostienen arcos de medio punto -algo peraltados- en sus cuatro lados; en la alta, las columnas no tienen podios y sólo se encuentran en tres lados, quedando el restante cubierto por una azotea. La parte más importante es la escalera, de monumental hechura, que presenta en su acceso una composición de tipo “serliana”, esto es, de dintel-arco-dintel, que Hernán Ruiz popularizó tras su uso en el cuerpo de campanas de la Giralda de Sevilla.

La sacristía es la zona más humilde del convento. La planta baja se encuentra dividida en dos estancias, accediéndose desde la segunda tanto a la iglesia como al claustro, a través de la parte más antigua que se conserva, la base de la espadaña (siglo XV). La planta alta se utiliza como salón de reuniones por la Hermandad de la Borriquita.

Las Obras de Arte


El Retablo Mayor de la iglesia de San Francisco es, tras el Mayor de Santa Clara, la principal muestra de la retablística en Moguer y, sin duda, una de los más importantes de la Diócesis Onubense. Fue labrado en madera en torno a 1720 para sustituir al anterior, obra del siglo XVII, y sorprende por su luminoso dorado y lo osado de sus formas. La obra, que alcanza los 15 metros de altura, se organiza en tres enormes calles, divididas por grandes estípites. La hornacina principal está ocupado por la Virgen de la Esperanza, obra moderna de Moreno Daza y remodelada por León Ortega, autor que también realizó la imagen de San Francisco que se encuentra en la oquedad central, decorada con cortinajes. El resto de imágenes son las originales y, por tanto, proceden del siglo XVIII: dos medallones, cuyos relieves representan a Santa Clara y Santa Inés, y varias esculturas de bulto redondo: San Juan de Capristano y San Bernardino de Siena, sobre repisas, así como varios ángeles vestidos a la usanza dieciochesca. En el ático, aunque se ha perdido el Crucificado que lo ocupaba, se ha conservado la pintura de la ciudad de Jerusalén que lo resguardaba y el abrazo al Crucificado, símbolo de la Orden Franciscana, que remata todo el retablo.

La Cruz Franciscana es una obra datable entre los siglos XVI y XVIII y de origen incierto, si bien es probable que procediese de la Capilla del Hospital del Corpus Christi. Realizada en madera, presenta una rica ornamentación pintada tanto en el anverso como en el reverso, a través de cordones entrelazados y dos cartelas, que representan el Abrazo al Crucificado y las Cinco Llagas. Teniendo en cuenta la clara simbología franciscana de estas representaciones, no sería descabellado pensar que el origen de esta cruz fuese el propio convento de San Francisco. Esta obra se encuentra en el presbiterio de la iglesia y sigue pendiente de una necesaria restauración que le devuelva toda su magnificencia original.

Las Reliquias del Cristo de la Sangre, cuidadas con gran celo por nuestra Hermandad, se hallan en la sala superior de la sacristía. Se trata de dos trozos de la pierna derecha de la Imagen del Cristo de la Sangre (siglo XVII), que fue destruido en la guerra civil, en concreto las correspondientes a la tibia y el peroné. Fueron donadas a la Hermandad por dos familias moguereñas que las custodiaban en sus hogares tras haberlas recuperado de entre los escombros de la Capilla del Corpus.

La Corona de Espinas del Cristo de la Sangre fue donada en el año 2000 por el sacerdote moguereño don José Antonio Díaz Roca. Esta corona es el principal exponente del arte que atesora la Hermandad de la Borriquita, como obra relevante de orfebrería datada en el siglo XVII. Está formada por varios alambres entrecruzados a modo de tallos y espinas adheridas, pudiéndose abrir el lado posterior de la corona para encajarla en la cabeza del Cristo.

Las Pinturas Murales de las pechinas son datables en el siglo XVIII. Representan, enmarcados en medallones, a cuatro pontífices pertenecientes a la orden franciscana: Alejandro IV, Sixto IV, Sixto V y Nicolás V. Las pinturas, que huyen del “horror vacui”, dejan espacios en blanco entre las figuras y sus enmarques.

Los Azulejos del podio situado bajo el altar mayor fueron realizados en el siglo XVI. Desarrollan principalmente motivos geométricos, destacándose las dos representaciones figurativas correspondientes a San Sebastián y Santiago, uno a cada lado de la escalera central que da acceso al Altar.

Además de estas obras que el paso de los años ha ido legando al cenobio, existen en la actualidad otras muestras del arte moderno, como el Cristo del Amor, obra del palmerino Moreno Daza, el Cristo de los Remedios y la Virgen del Rosario, Titulares de otra Hermandad que lleva sus nombres, y las imágenes de San Pedro y San Juan, de Elías Rodríguez Picón.